¿Esclavitud en Chile? Indonesias denuncian trata de personas en Punta Arenas 17-04-2017

PUBLICADO ORIGINALMENTE EL:

17 DE ABRIL DEL 2017

PUBLICACION QUE RESUBO PORQUE HABIA DESAPARECIDO MISTERIOSAMENTE…..

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hasta cuando tanta maldad en Magallanes , trata de blancas , crimen organizado , en el resto de Chile sicariato y ahora esclavitud , que pasa con la autoridad , que pasa nuevamente con la PDI , destruyeron el servicio de inteligencia del gobierno militar que si funcionaba para colocar estos tipos que siempre se enteran misteriosamente a ultima hora

lean detenidamente estas frases .”

“Me insultaba, me gritaba tonta porque no podía aprender a hablar bien. Me puso a hacer trabajo pesado cargando cajas, descargando containers, yo como era una niña lo único que quería era volver a ver a mi familia y regresaba a la casa a llorar con la Eva. Estuve así dos años y medio antes de arrancarnos, y en ese tiempo no sólo nos hicimos amigas sino hermanas, llorábamos juntas, parecía mi mamá”, cuenta emocionada.

“En la policía nos preguntaron por Yuli, ella había llegado en 2010, también en enero, pero una noche se la llevaron de la casa, luego que un inspector llegó a la Zona Franca a fiscalizar”.

ahora les pregunto porque el dueño de Ramayana Pishu Lakhwani no tiene ninguna foto en la red???

no les parece sospechoso ??

ESTA ERA LA ALEGRIA QUE YA VIENE???

Y QUEREMOS MAS DE LO MISMO???

ESTAN DE ACUERDO CON HABER DEROGADO LA PENA DE MUERTE??

Durante los años que Eva y Nur fueron empleadas por un empresario indio, se les prohibió llamar a sus familias e incluso la madre de una de ellas levantó un altar al creerla muerta.

Cuando tomó la decisión de trabajar fuera de su país, Eva Anggraeni estudiaba en la Universidad de Indonesia y no podía seguir pagando su carrera de psiquiatra. El plan fue reunir dinero y así volver a retomar sus estudios. Entonces se contactó con una agencia de empleos y consiguió trabajo de niñera en Argentina. Nur Laila tenía 15 años, quería comenzar a estudiar y con el mismo método encontró trabajo en Singapur. Las dos mujeres terminaron recluidas en la casa de un empresario indio en el fin del mundo, como ellas llaman a Punta Arenas. Ambas anhelan reabrir su caso para obtener la justicia que persiguieron luego de escapar de su cautiverio en 2011, pero nunca llegó. Esta es su historia y la realidad oculta de muchos trabajadores que llegan a nuestro país.

Hace seis años que Eva y Nur escaparon de la casa del comerciante asiático Pishu Lakhwani. Eva llegó a trabajar con él en 2008 con 21 años, y Nur, en 2009, con tan sólo 15 años y un pasaporte falso que decía que tenía 23.

Según su testimonio, en Indonesia le ofrecieron ir a trabajar a Argentina. “Me prometieron el mundo entero, sueldo, ropa, etc. Yo estaba feliz. Pensaba que en tres años podría juntar dinero para terminar mis estudios”, relata Eva.

“Entonces este hombre, Pishu, me fue a buscar a Indonesia. Me hizo dejar la maleta que mi mamá me había armado y mi celular porque me dijo que me compraría ropa y que allá, donde íbamos, mi celular no serviría”, agrega.

Cuando aterrizaron en Argentina, el empresario le dijo que debían tomar un nuevo vuelo con destino a Punta Arenas. “Me contó que su familia estaba allá, pero yo no conocía Punta Arenas, aunque sabía que en el mapa Chile era el último país del mundo, así como al final de todo (sic). Me dio miedo, pero no tenía a quién recurrir”, dice la mujer.

Llegaron a Punta Arenas a las 4 de la mañana del 28 de enero de 2008, y cuenta Eva que hacía mucho frío: “Yo venía con la ropa delgada de Indonesia que había usado los tres días de viaje. Sólo me dejó traer ropa interior, así que no tenía nada más”.

Ya en la casa del empresario hindú, se encontró con que las condiciones eran distintas a las acordadas. “Le pregunté dónde estaba mi cama y me llevó a la lavandería, allí me pasó una especie de sábana o mantel, le dije ¿dónde duermo?, tú duermes en el suelo, me dijo. Lloré toda la noche”, relata Eva.

Y explica: “Ya en el aeropuerto me di cuenta que algo estaba mal porque me prohibió hablar y en la policía internacional dijo que yo era pariente de su mujer, que también es de Indonesia. De ahí, él siempre tuvo mi pasaporte. Al otro día descubrí que había otra nana de Indonesia, llegamos a ser diez las mujeres que se trajo”.

La senadora y precandidata presidencial, Carolina Goic, conoció el caso de Eva a través de su oficina parlamentaria. Goic dice que la mujer “efectivamente fue traída bajo engaño, sin recibir remuneración e incomunicada. Situaciones que se acercan más a la esclavitud que a tener un trabajo”.

“Mi trabajo era cuidar a sus gemelas (del empresario), después de eso debía ayudar a las cosas del negocio y a veces me dormía como a las 3:00 y me tenía que levantar a las 5:30 a atender a las niñas. Una vez me quedé dormida y me hicieron pedir perdón de rodillas, mientras me gritaban. Yo nunca me había arrodillado, ni ante mi madre, me sentí humillada, me quería morir. Ese día me había acostado a las 3.30 trabajando para el negocio porque había llegado un container. Durante esos tres años, todos los días tenía frío, recibía maltratos psicológicos, insultos y explotación laboral. No tuve días libres, ni cumpleaños. Trabajaba de sol a sol”, dice Eva con pesar.

Un año después, también en enero, llegó su compatriota Nur Laila. Eva de inmediato se dio cuenta que no tenía 23 años, como decía. “Ella llegó de 15 años acá, un pollito, sólo yo sé cómo la insultaban. Casi le pegaban cuando le gritaban, la amenazaban mucho”.

Al igual que Eva, ella recurrió a una agencia de empleos que la llevó a Singapur. Hasta ahí llegó Lakhwani, quien le dijo que irían a América. “Para mí, América era Estados Unidos y me puse feliz, pero cuando llegué no era Estados Unidos, era Chile, un país que yo nunca había escuchado en mi vida”, dice Nur.

“Cuando hablamos en la agencia en Singapur, (Lakhwani) me dijo que podía trabajar de vendedora en un local, que me iba a pagar el doble, que me iban a comprar mucha ropa, que no llevara nada, que me darían comida y todo lo que necesitara, ¡puras maravillas!”, añade.

Nur recuerda que, cuando llegó a Punta Arenas, Eva la miraba con cara triste “porque sabía lo que me iba a pasar (…) Me preguntó al tiro: ¿Cuántos años tienes tú? Mi pasaporte era falsificado, eso lo hicieron entre la agencia de Singapur y él. Decía 23 y yo tenía 15. Llegué a dormir en una pieza chiquita con una litera chica. Yo dormía arriba y Eva abajo, no teníamos donde dejar las cosas, nada”.
El Mostrador Braga accedió a la partida de nacimiento de Nur, en donde se lee el 5 de junio de 1993 como su fecha oficial de nacimiento, mientras que su carnet chileno dice que la fecha es anterior en 8 años.

Nur trabajaba en uno de los locales que Pishu Lakhwani y su familia tienen en la Zona Franca de la ciudad. “Me insultaba, me gritaba tonta porque no podía aprender a hablar bien. Me puso a hacer trabajo pesado cargando cajas, descargando containers, yo como era una niña lo único que quería era volver a ver a mi familia y regresaba a la casa a llorar con la Eva. Estuve así dos años y medio antes de arrancarnos, y en ese tiempo no sólo nos hicimos amigas sino hermanas, llorábamos juntas, parecía mi mamá”, cuenta emocionada.

Fue, precisamente, ese cariño fraternal el que hizo que Eva decidiera que debían escapar.

“Dije: ‘tengo que sacarnos de acá’. Ella andaba sin abrigo y casi sin zapatos en plena nieve. Volvía congelada de trabajar en la Zona Franca, con hambre, los pies morados y unas ojeras negras. Estaba débil y enferma. Una fuerza me dijo ‘tengo que salir de acá porque si no ella se va a morir’. Esa necesidad de protegerla, de cuidarla, me dio a mí las fuerzas para arrancar”, relata Eva.
El día que tuvo el coraje para hacerlo, “esperé que estuvieran en la ducha, conseguí la llave del portón, la pesqué del brazo y salimos corriendo. Nos fuimos con lo puesto. Pedimos ayuda en la calle y nos llevaron a la PDI”.

“Es fácil para la gente decir ‘cómo no escaparon antes’, pero nosotras éramos esclavas. No entienden que yo no sabía el idioma, no conocía a nadie, me habían dicho que los chilenos no querían a los extranjeros, que eran abusadores.”

“Muchos temores que me paralizaron”, responde cuando le preguntan por qué no escapó antes. “Es fácil para la gente decir ‘cómo no escaparon antes’, pero nosotras éramos esclavas. No entienden que yo no sabía el idioma, no conocía a nadie, me habían dicho que los chilenos no querían a los extranjeros, que eran abusadores”.

Durante los más de dos años que estuvieron empleadas, se les prohibió llamar a sus familias en Indonesia. Tan abrupta fue la incomunicación, que la madre de Eva la creyó muerta y levantó un altar para recordarla. “Cuando llegamos a la PDI pude hablar con mi madre. Estaba feliz, no paraba de llorar”, cuenta la joven.

Otros casos

Cuando llegaron a la PDI, les preguntaron por otra indonesia que había llegado en 2010, pero que estaba desaparecida. “En la policía nos preguntaron por Yuli, ella había llegado en 2010, también en enero, pero una noche se la llevaron de la casa, luego que un inspector llegó a la Zona Franca a fiscalizar”.

Según relata Eva, “no supimos más de ella, hasta que una familia cercana, que son Testigos de Jehová, pasaron a predicar a una casa y la reconocieron. Entonces fuimos a buscarla”.

Eva cuenta que la mujer estaba regando cuando la encontraron. “Le gritamos ‘¡Yuli!’ y ella me grita ‘¡Hermana!’ y me abraza llorando. Le dije ‘nos vamos’. ‘No puedo’, dijo, ‘nos vamos’, le repetí. Nos hizo entrar a donde dormía: era el subterráneo de la casa, junto con el perro, sin estufa, ni cama. La maltrataban… como será que al escapar se desmayó de miedo. Después de eso logró escapar de la casa una niña que se llama Daginih”.
Según explican las mujeres, tras estos incidentes el empresario indio rápidamente envió de vuelta a su país a las otras seis mujeres de Indonesia que que trabajaban para él.

Nur, Yuli y Eva: arriba, en 2011. Abajo, en la actualidad.

[b]La investigación desformalizada de la fiscalía
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De acuerdo a las afectadas, la embajada de Indonesia les prestó asesoría legal en 2011. Sin embargo, tanto Nur como Eva no sienten que se haya hecho justicia. Al momento de la audiencia de advenimiento, el abogado ofrecido por Indonesia no se presentó. Sí llegó el abogado de la Gobernación Provincial, quien firmó un acuerdo con Pishu Lakhwani en la Inspección del Trabajo, según cuentan, sin informarles, para un pago de $400 mil a cada una, y que, según relatan, “rápidamente nos querían subir a un avión”.

“Dijimos que no. Habíamos pasado por mucho como para irnos con las manos vacías. Tres años trabajé sin pago, queremos justicia, que este tipo no quede impune, no queremos que siga pasando más. Esto no es por la plata, es por dignidad”, reclama Eva.

Por estos días, las indonesias Eva, Nur y Yuli luchan porque el caso se reabra. Tras conocer su historia, el abogado Juan Carlos Rebolledo, quien ha llevado varios casos de trata de personas, se ofreció a representarlas.

“Se hizo una investigación larga en el tiempo, pero poco acuciosa en el fondo”, explica el jurista. “Se visitaron los domicilios donde vivían estas personas e incluso se estableció la presencia de otras personas asiáticas en estas mismas condiciones, pero, de algún modo, en lugar de que la fiscalía investigara y asumiera esto como un delito, se le permitió a ellos dar explicaciones y justificaciones de porqué estaban en esas condiciones”, refiere Rebolledo.

El abogado califica la investigación de la fiscalía, a cargo de la prosecutora Wendeline Acuña, como “anormal” y explica que, en otro caso de trata de personas que investigó la misma fiscal en la misma fiscalía de Punta Arenas, actuó de modo distinto, encarcelando de inmediato al empleador.

“Me llama la atención poderosamente esto ya que, en el caso de mis representadas, la fiscalía nunca formalizó la investigación. De hecho, el señor Lakhwani nunca pisó el tribunal”, dice Rebolledo.

Además, denuncia otras irregularidades: “Aparece el abogado de la Gobernación representándolas en la Inspección del Trabajo y firmando un advenimiento por infracciones laborales por no pago de sueldo, lo que resulta irrisorio porque obtuvo que le pagaran algo así como $400 mil pesos, en circunstancias que una de ellas había trabajado más de tres años sin tener remuneraciones”.

“Nosotros establecemos que hay un caso patente de trata de personas para explotación laboral, que ni siquiera fue traído al tribunal para que se decidiera si había o no delito. Y la fiscalía, a través de dos fiscales, Fernando Dobson y Wendoline Acuña, decidieron que esto no debía ser investigado, ni conocido por un tribunal, lo que a nuestro juicio es un proceder inadecuado, que impidió que se haga justicia y protegió al comerciante”, reclama Rebolledo.

En tanto, Marco Ibacache fue el abogado de Pishu Lakhwani en 2011, cuando Eva y Nur lo denunciaron. Consultado por El Mostrador Braga el jurista dice recordar que la causa se cerró porque “la fiscalía no perseveró”.

Ibacache explica que las mujeres tuvieron “todas las posibilidades de acompañar las pruebas y en virtud de eso la fiscalía decidió no perseverar”. Sin embargo, reconoce que “en ese momento no había una ley como la que existe ahora de trata de personas y todo eso que está ahora establecido en el código penal (sic), entonces, como no había una norma como la que está ahora, la fiscalía no encontró antecedentes suficientes”.
Respecto del pasaporte falso, Ibacache dice desconocer que se investigara: “Si es así, habrá que determinar quién hizo la falsificación, si la hizo ella o alguien la ayudó. Ellas no hicieron el acuerdo directo con el señor Pishu, él sí las fue a buscar allá, pero existe la posibilidad de que la agencia, por ofrecer lo que él pedía, lo haya engañado con la edad de la mujer”.

Hoy, ambas mujeres están contentas. Eva está casada y trabaja en un café “con muy buena gente”, como recalca. “Me pagan todos los meses”, dice entre risas. Nur, por su lado, tiene un hijo de cuatro años. Yuli y Daginih trabajan en casas particulares de Punta Arenas donde las tratan “muy bien”. Sin embargo, algo falta para cerrar la historia y ellas lo identifican con justicia. Dicen que existen más casos de explotación a extranjeros en Punta Arenas, por lo que sueñan con crear una fundación que visibilice estos delitos.

El Mostrador Braga intentó comunicarse con los fiscales que estuvieron a cargo del caso, a través de la oficina de comunicaciones de la Fiscalía Regional de Punta Arenas y a sus celulares personales, sin obtener respuesta.

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Una querella criminal presentaron dos mujeres de la República Indonesia, en contra de todos los que resulten responsables del delito de “tráfico ilícito de emigrantes y trata de personas”, especialmente en contra de Pishu Udharam Lakhwani y Mónica Nadwani Vaswani, aunque en el desarrollo de los hechos figuran tres personas. El abogado Luis Díaz Coñuecar patrocina la querella interpuesta en el Juzgado de Garantía de Punta Arenas, por Nur Laila, de 26 años, y Eva Anggreni, de 25. Pero hay una tercera persona, Yuli Anggraeni, respecto de quien el abogado explicó que no la pudo incluir como patrocinante de la querella, porque la ex empleadora le tiene retenido sus documentos, entre ellos la cédula de identidad.
Estas personas ingresaron a Chile el 28 de enero de 2009, el 28 de enero de 2008, y el 31 de enero de 2010, respectivamente. Pero el sueño de venir a estas tierras tan lejanas a buscar mejores expectativas económicas terminaron en una pesadilla para todas ellas.
En los antecedentes que entregaron a la justicia, a través de la querella, exponen que fueron contratadas por el ciudadano de Singapur, Pishu Udharam Lakhwani, por intermedio de una agencia de empleos de Singapur, llamada Lucky Star.
Apenas las contactaron les ofrecieron buen trabajo y remuneración, casa, comida y ropa. Además, lo más importante, de poder mantener un contacto permanente con sus familias en Indonesia. “El empleo era para cuidar unas mellizas que tiene el señor Pishu. Pero al llegar a Chile se dieron cuenta que la realidad era totalmente distinta y se estaba disimulando una trata de blancas con fines de explotación laboral”, consigna la querella.
Trato inhumano
Según las denunciantes, fueron encerradas en la casa y se les obligó a trabajar entre las 6.00 horas de la madrugada a la 0.00 horas u 0.30, de lunes a lunes. No les cancelaban el sueldo y sólo les hacían firmar una liquidación, pero no recibían dinero en efectivo. “Las condiciones de vida eran de absoluto hacinamiento, ya que debían dormir en una pieza pequeña, en una litera y un colchón tirado en el suelo. El trato personal era malo, ya que eran objeto de constantes insultos, vejaciones y humillaciones”.
En el caso de Eva, Pishu Udharam la envió a trabajar a Zona Franca, en el local Ramayana. En los tres años que permaneció con esta persona nunca recibió dinero y jamás tuvo vacaciones. El mismo padecimiento lo tuvo su compañera, Nur Leila.
“Tanto Eva como Leila estuvieron sometidas en tales condiciones hasta el 8 de junio de 2011, fecha en la que escaparon y fueron a la Policía de Investigaciones a denunciar sus condiciones de vida”, señala el escrito de la acción judicial.
Sobre Yuli, la querella la sindica como otra víctima de los mismos problemas. Llegó a Punta Arenas a trabajar en labores de casa y fue llevada inmediatamente a Zona Franca, a trabajar de vendedora con las otras dos mujeres. Nunca le pagaron sueldo y en junio de 2010, cuando llegó la Inspección del Trabajo, las indonesias fueron instruidas para decir que no sabían hablar español, para dificultar la fiscalización. En agosto de 2010 Yuli fue entregada a Mónica Nandwani con quien trabajó “en condiciones inhumanas”, indica la querella. “No tenía dormitorio ni baño, dormía en el sótano de la casa en un sillón, al lado de un perro y tenía que ocupar el mismo baño que el animal”.

http://www.elpinguino.com/noticias/117478/Extranjeras_se_querellan_por_tratos_inhumanos

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